El federalismo de los hechos

        Tras dos años de pandemia, guerra en Ucrania, incertidumbre económica, ira social y crisis medioambiental, instituciones democráticas desacreditadas, la extrema derecha llamando a las puertas del Elíseo… Los acontecimientos se suceden a un ritmo vertiginoso y nos impiden levantar la mirada más allá de un angustioso presente. Y, sin embargo, nada es tan necesario en estos momentos como considerar los tiempos largos de la historia, entender las fuerzas motrices que, a lo largo del último siglo, han moldeado este mundo que hoy nos aparece convulso y amenazador. A ello nos invita Raimon Obiols, histórico dirigente socialista, con su libro, recientemente publicado, “El temps esquerp” (“El tiempo arisco”. Ed. Arcàdia).  Se trata, como bien dice su autor, de “doce apuntes contra la decepción política”. Aunque ese enunciado se antoja parco cuando nos sumergimos en unas reflexiones que resultan de la destilación de una dilatada experiencia política, goteando del alambique de una vasta cultura literaria y artística. Hay libros que se leen con merecido interés. Y los hay que se saborean. “El temps esquerp” pertenece a esta última categoría.

            Decía Josep Pla que, a diferencia del castellano, lengua propicia a los circunloquios y las elipsis, la lengua catalana operaba de un modo directo y unívoco: “La puerta es verde”. Sujeto, verbo, predicado y punto. Y añadía el maestro ampurdanés que, aunque el propio interesado lo ignorase, Azorín escribía en catalán. Obiols escribe en un catalán elegante y límpido. ¡Ojalá se anime a leerlo un círculo más amplio de lo habitual! Por las páginas de su libro desfilan numerosos personajes. Pero, sobre todo, nos encontramos con una nutrida galería de filósofos, ensayistas y novelistas, cuya vida y escritos, como las sucesivas pinceladas de un cuadro impresionista, trazan los contornos del mundo en que vivimos, revelando al mismo tiempo los entresijos de la condición humana. (No en vano el padre de Raimon Obiols era pintor. De él ha heredado el gusto por la observación de los detalles, que “sólo es posible bajo una luz tamizada”). Victor Serge, George Orwell, Albert O. Hirschman, Eugenio Colorni, Max Aub, Adelbert von Chamisso… y, por supuesto, Hannah Arendt, Walter Benjamin, Carl Schmitt, Isaiah Berlin, Max Weber… La lista sería muy larga, e incluye referencias a algunos “cómplices” del grupo de opinión Pròleg, constituido tras el otoño de 2017 para promover espacios de diálogo ante la gravedad de la crisis territorial catalana: Jordi Amat, Victòria Camps, Joan Subirats, Oriol Nel·lo, Joan Coscubiela

Sin embargo, llama la atención la atracción que manifiesta el autor por la figura del escritor Robert Musil (1880-1942), que pronunció una célebre conferencia “Sobre la estupidez” en Viena, un año antes del Anschluss. Se intuye una suerte de fratría intelectual. La Viena de Musil fue la urbe cosmopolita y luminosa de Stefan Zweig, en cuyos cafés podían leerse los principales diarios europeos y donde podía abrazarse una cultura y respirar un aire de progreso que soplaba sobre todo el continente. Un mundo perdido, engullido por el torbellino de la guerra. No fue el único, en Europa del Este, en el Norte de África o en el Próximo Oriente, en ser barrido por las furias desatadas del siglo XX. Pero Raimon Obiols no es un nostálgico del pasado. Es un hombre profundamente europeísta – con un marcado tinte mediterráneo y un indisimulado amor por Italia, laboratorio de tantas ideas, buenas y funestas, y morada de inefables tesoros artísticos. Por eso los ecos de aquella Europa que pudo ser y no fue reverberan en su pensamiento. No con acentos melancólicos, como un lamento, sino como una iluminación que ayuda a entender cuanto sucede y empuja a la acción. Sin memoria no hay futuro. Sin pensamiento transformador no hay cambio. La posmodernidad nos ha sumido en un presente embarrado del que nos cuesta despegar. Hay que salir de las brumas poniendo las luces largas. Es ese deseo de abrazar cuanto de noble y creativo han producido las naciones el que late en el corazón del catalanismo político que profesa Obiols – una manera europeísta y federal de pensar España y de concebir la propia convivencia en Cataluña, que había de oponerle al nacionalismo de Jordi Pujol y a la aventura secesionista de estos últimos años.

Son muchos los pasajes del libro que merecen ser leídos y meditados: acerca del nacionalismo, de la naturaleza de los movimientos populistas que asedian a las democracias liberales, a propósito del desafío ecológico, de las evoluciones del capitalismo tecnificado y del reto que supone avanzar hacia una gobernanza democrática de la globalización… Ni es posible sintetizarlos en una nota de lectura, ni se trata de hacer aquí un spoiler. Valga decir, simplemente, que las doce meditaciones constituyen una firme reivindicación de la política en un momento en que ésta parece impotente o es interesadamente vilipendiada: “Para rehabilitar y revitalizar la política – objeto imprescindible de nuestro tiempo -, debemos prestar más atención a nuestros problemas colectivos y aplicarles unos pocos principios, discriminantes y normativos. Debemos defender estos principios contra la barroca plétora de valores individualizados que imponen los mercados”. Porque “nuestras democracias han enfermado de desatención, de individualismo, emotividad y desconfianza. Podrían morir de intrascendencia, cediendo a los nuevos autoritarismos, avalados por mayorías acobardadas e irritadas por las crisis (…). Y, en ese sentido, “la necesidad más urgente es mantener o crear agregaciones políticas activas y permanentes. A estas agregaciones las llamamos ‘partidos políticos’, una realidad deteriorada. Estos colectivos deben transformarse, si queremos que las alternativas ganen la partida a los ‘hechos alternativos’. Los procesos democráticos no pueden reducirse al simple juego, contingente y versátil, de los sentimientos, las emociones y los rencores momentáneos”.

Pero, probablemente, sean las páginas dedicadas a reflexionar acerca de los orígenes del “procés” y de la posible salida federal que Obiols propone a la cuestión catalana las que acaben suscitando el mayor interés del público. En ellas se contrapone la Cataluña concebida como un ágora (Maragall) a la nación sacralizada como un templo (Pujol), el país como proyecto colectivo o bien como drama histórico. Las izquierdas apostaron, desde la transición, por la primera opción. Tal era el sentido del catalanismo popular que impulsaron las fuerzas progresistas, con la recuperación de una Generalitat de legitimidad republicana, la defensa de la lengua y la cultura maltratadas por la dictadura y la firme voluntad de forjar la unidad civil de una sociedad mestiza, en plena transformación tras sucesivas oleadas migratorias. Para Jordi Pujol, sin embargo, la cuestión siempre fue el peligro existencial que amenazaba a Cataluña, la patria al borde de una extinción querida por sus enemigos seculares. “Hasta que llegó el momento en que sus herederos, bajo el peso combinado de la crisis económica de 2008, la involución aznarista de España, los escándalos y los recortes, optaron por una huida hacia adelante, a la desesperada…”.

Las consecuencias de todo ello son harto conocidas. Sus rémoras – las heridas en el seno de la sociedad catalana y las fricciones con el Estado -, aunque sumergidas por las nuevas sacudidas de la situación mundial, siguen ahí, latentes, pendientes de un tratamiento adecuado. Para Obiols se trata de hacer planes de futuro. Algo que exige imaginación y no fantasía, nos dice. Ni Cataluña desaparecerá como nación, diluida en un magma que subsuma la diversidad de los pueblos de España – como desearían buena parte de la derecha y una extrema derecha que ha declarado la guerra al título VIII de la Constitución -, ni ninguna República Catalana “se sentará en el Consejo Europeo”. “El proyecto de una Cataluña plural, unida y civil – concluye – y una evolución federal en España y en Europa constituye, a mi parecer, la alternativa deseable y posible después de tantas sacudidas; implica avanzar simultáneamente por dos vías paralelas, que se alimenten mutuamente: la de un ‘federalismo de los hechos’ inspirado en el método de los padres fundadores de la Unión Europea (funcionalismo, cogobernanza, proyectos compartidos, alianzas reformadoras, lealtad recíproca) y el del campo de las ideas y de las sensibilidades, del diálogo, del reconocimiento, del respeto”. “En política – nos recuerda alguien que lleva seis décadas inmerso en ella – la realidad no son únicamente los hechos, sino una mezcla extraña, un denso tejido de hechos, opiniones y sentimientos”.

A finales de este mes de abril se celebrará en Barcelona la Asamblea de Federalistes d’Esquerres. El evento no podría ser más oportuno. Es urgente hablar de todas estas cosas. Ojalá sepamos declinar y promover ese “federalismo de los hechos” en una sociedad desconcertada.

Lluís Rabell

16/04/2022

1 Comment

  1. Amenaza una lectura emocionante con consecuencias que no se acaban de prever, veremos. El mínim que es pot dir también colmaba el interés del análisis político e histórico. Y aprovecho para señalar que es una gratificante lectura Després de Waterloo, de un maragalliano recientemente fallecido, Xavier Muñoz.

    M'agrada

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