Desde hace cuatro años, toda una serie de entidades republicanas y memorialistas vienen convocando por estas fechas en Barcelona un acto en recuerdo de la 1ª República Española. Una celebración todavía modesta en sus dimensiones, pero cargada de emotividad. Y plenamente justificada. Los ecos de las luchas históricas en favor del progreso social y la democracia resuenan con fuerza en la actual crisis política.
Tras una ofrenda floral ante la humilde casa donde nació Francesc Pi i Margall, gran referente del federalismo y segundo presidente de aquella efímera República, unos parlamentos a pie de calle han cerrado la conmemoración. He aquí el texto de mi intervención, pronunciada junto a las de Mireia Esteva, vicepresidenta de Federalistes d’Esquerra, y del diputado socialista Ferran Pedret.
Amigas y amigos:
Gracias ante todo a las entidades convocantes por hacerme el honor de ser uno de los “relatores” de esta conmemoración. Desde luego, no hemos venido a recordar este 146 aniversario de la 1ª República desde ninguna nostalgia o sentimentalismo romántico. A lo largo de nuestra historia, la historia de Catalunya y la de toda España, la lucha por la República ha representado siempre el combate de la libertad frente a la tiranía, de la razón contra el oscurantismo.
Si hoy nos inclinamos ante la memoria de los hombres y mujeres que iniciaron este combate; si hoy evocamos los sueños de Pi i Margall; si recordamos aquellos primeros pasos de un movimiento obrero, aún titubeante e inexperto, pero que ya anhelaba teñir de justicia social el advenimiento de la República… En una palabra: si hoy nos reunimos aquí es porque, de algún modo, nos sentimos herederos de aquellos esfuerzos, de aquellas ansias de progreso.
Ciertamente, muchas cosas han cambiado en el curso de un siglo y medio. Pero el eco de aquellos acontecimientos todavía resuena, lejano y persistente, en la voz de muchos actores políticos y sociales de nuestros días. Por aquel entonces, el capitalismo caminaba hacia su primera gran globalización, matriz del imperialismo. ¿Hay que recordarlo? Una de las primeras medidas de la efímera República fue la abolición de la esclavitud en Puerto Rico. En Cuba, los últimos contingentes de esclavos no serían liberados hasta el año 1886. Las élites de Barcelona de aquella época fueron las más tenaces defensoras de la esclavitud. La industrialización, el desarrollo del ferrocarril o la prosperidad de entidades financieras que han perdurado y que hoy lideran el IBEX 35 se nutrieron de los cuantiosos beneficios que procuraba el comercio negrero.
Así pues, el país era arrastrado por las grandes tendencias que dominaban Occidente, pero de manera convulsa y con retraso en relación a otras potencias. “España es un país muy atrasado por cuanto a la industria se refiere – escribía Engels – y, por tanto, no podemos hablar de una emancipación inmediata y completa dela clase obrera (…) La República brinda la ocasión de acortar etapas y levantar rápidamente los obstáculos. La ocasión sólo puede ser aprovechada mediante la intervención política activa de la clase obrera española.”
Y es que, desde siempre, los avances de la gente más humilde, de las clases trabajadoras, han estado vinculados a la conquista de las libertades. Y, a su vez, el destino de la democracia se ha tornado inseparable de la capacidad política de estas clases – y, singularmente de su representación política a través de las izquierdas – para influir sobre los acontecimientos.
Hoy, podríamos decir que la modernización social y política anhelada por aquella República ha sido ampliamente realizada y rebasada. Y eso es así, aunque la democracia española haya conservado la institución monárquica al frente del Estado – por supuesto, bajo una forma parlamentaria y estrictamente acotada en sus funciones. Sin embargo…
Bajo la nueva globalización, al ritmo vertiginoso de los avances en el conocimiento y la tecnología, vislumbramos la posibilidad de un prodigioso salto hacia adelante de la humanidad. Pero, al mismo tiempo, el capitalismo neoliberal, en ausencia de regulación y contra-poderes efectivos, genera colosales desigualdades, alienta conflictos armados y nos retrotrae a un clima de “guerra fría”, mientras precipita el planeta hacia una grave crisis ecológica… El frenesí mercantil invade todos los ámbitos de la vida, trayéndonos incluso nuevas formas de esclavitud. De modo muy significativo – hay que recordarlo en estas fechas cercanas al 8 de marzo -, con el tráfico y la explotación sexual a que se ven sometidas cada año millones de mujeres y niñas pobres de todo el mundo.
Esas convulsiones, que están poniendo en crisis a la Unión Europea y a todas las democracias de nuestro entorno, sacuden profundamente también a nuestro país. El aniversario de la 1ª República prácticamente coincide con la apertura del juicio oral a los dirigentes independentistas del “procés”. Un juicio que marcará sin duda el futuro político de toda España. Y un juicio que pone de relieve la mayor crisis territorial, política e institucional vivida desde la transición. ¡Qué mal servicio prestaron a la democracia aquellos que abdicaron de la acción política, remitiendo a los tribunales la gestión de un conflicto de esta naturaleza!
Debemos permanecer vigilantes y esperar que los magistrados sean ecuánimes. Que se atengan a los hechos y que no escuchen el griterío de quienes, como adalides de una nueva Restauración, claman venganza. Hoy los tenéis en la Plaza de Colón de Madrid, nostálgicos del general Pavía, tratando de incendiar a la opinión pública. Necesitamos un juicio justo. Porque el “escarmiento” que reclaman la derecha española y la extrema derecha sería dolorosamente vivido como una humillación en el seno de la sociedad catalana, difiriendo por mucho tiempo la solución del conflicto. Cabe esperar que una sentencia justa abra un tiempo nuevo, en que el diálogo y la política puedan recuperar la iniciativa y reconducir la situación. Trabajar para que así sea constituye nuestro más inexcusable compromiso.
Si estamos aquí es porque, hoy más que nunca, entendemos la necesidad de reivindicar los valores republicanos y de inspirarnos en ellos. Unos valores que, en aquel convulso otoño de 2017, estaban del lado de quienes defendían el autogobierno de Catalunya y su democracia parlamentaria, y no de quienes despreciaban los derechos de las minorías y sembraban la división en el seno de nuestra sociedad. ¡Qué tiempos confusos nos toca vivir en que los nuevos líderes carlistas pretenden lucir la escarapela!
Son esos valores republicanos los que nos empujan, hoy como ayer, a luchar por el proyecto de una España federal que sepa, por fin, reconocer y acomodar la diversidad de naciones, lenguas y culturas que la configuran. Son las convicciones que nos animan a trabajar por una Europa unida, capaz de vencer a los viejos demonios del nacionalismo y del fascismo que hoy vuelven a asediar nuestro continente. Una Europa que deberá encarar los dos grandes retos, inseparables, que dirimirán el futuro de la civilización: la justicia social y la transición ecológica.
Sí. Afirmamos la vigencia de ese legado, recordando el momento histórico en que la semilla fue sembrada. Ocurre a veces, como fue el caso de Pi i Margall, que el destino de una generación es el de concebir sueños de emancipación que sólo las siguientes podrán alcanzar. Pero ningún combate es inútil. Hoy reivindicamos esa herencia de la Ilustración y de la lucha secular del movimiento obrero. Miramos al pasado para forjar el futuro. Muchas y muchos de nosotros, bajo a negra noche de la dictadura, aprendimos de nuestros mayores, a veces en un susurro, el saludo de fraternidad y de obstinada esperanza que volvemos a pronunciar: ¡Salud y República!
Lluís Rabell
10/02/2019
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Amigues i amics:
No hem vingut a commemorar aquest aniversari de la 1ª República des de cap mena d’enyor o sentimentalisme romàntic. En la nostra història, la de Catalunya i la de tot Espanya, la lluita per la República ha estat sempre el combat de la llibertat enfront de la tirania, de la raó contra l’obscurantisme.
Si avui ens inclinem davant la memòria dels homes i dones que van endegar aquest combat; si avui evoquem els somnis de Pi i Margall; si recordem les primeres passes d’un moviment obrer, encara balbucient i inexpert, que ja anhelava tenyir de justícia social l’adveniment de la República… En un mot: si avui ens apleguem aquí, és perquè ens sentim hereus d’aquells esforços i d’aquelles ànsies de progrés.
Certament, moltes coses han canviat en el decurs d’un segle i mig. Però l’eco d’aquells esdeveniments encara ressona, llunyà i persistent, en la veu de molts actors polítics i socials dels nostres dies. El capitalisme caminava aleshores cap a la seva primera gran globalització, matriu de l’imperialisme. ¿Cal recordar que una de les primeres mesures de l’efímera República fou l’abolició de l’esclavatge a Puerto Rico? A Cuba, no s’alliberarien els últims contingents d’esclaus fins l’any 1886. La industrialització, el ferrocarril i la prosperitat d’entitats financeres que avui lideren l’IBEX 35 es van nodrir dels profits del comerç negrer.
El país es veia arrossegat per les grans tendències que dominaven Occident, però de manera convulsa i amb retard. «Espanya és un país molt endarrerit industrialment – escrivia Engels – i, per tant, no podem parlar d’una emancipació immediata i completa de la classe obrera. (…) La República brindava l’ocasió d’escurçar les etapes i escombrar ràpidament els obstacles. L’ocasió només es podia aprofitar mitjançant la intervenció política activa de la classe obrera espanyola».
Des de sempre, els avenços dels més humils, de les classes treballadores, han estat vinculats a la conquesta de les llibertats… I, alhora, el destí de la democràcia ha esdevingut indestriable de la capacitat política d’aquestes classes – i, singularment, de la seva representació política a través de les esquerres – per pesar sobre els esdeveniments.
Avui, podríem dir que la modernització social i política que anhelava la Primera República ha estat abastament realitzada i depassada. (I això, per bé que la democràcia espanyola hagi conservat la institució monàrquica – evidentment, en forma parlamentària i estrictament acotada en les seves funcions – al capdavant de l’Estat). I tanmateix…
Sota la nova globalització, al ritme vertiginós dels avenços del coneixement i la tecnologia, s’albira la possibilitat d’un prodigiós salt endavant de la humanitat. Alhora, però, el capitalisme neoliberal, mancat de regulació i contrapoders efectius, genera colossals desigualtats, atia conflictes armats i ens retorna a un clima de «guerra freda», mentre empeny el planeta a una greu crisi ecològica… La pulsió mercantil envaeix tots els àmbits de la vida, i ens amena noves formes d’esclavatge – singularment amb el tràfic i l’explotació sexual de milions de dones i nenes arreu del món.
Aquestes convulsions, que estan posant en crisi la Unió Europea i totes les democràcies del nostre entorn, sacsegen profundament també el nostre país. L’aniversari de la 1ª República gairebé coincideix amb l’obertura del judici oral als dirigents independentistes del «procés». Un judici que marcarà el futur polític de tot Espanya. Un judici que posa de relleu la major crisi territorial, política i institucional viscuda des de la transició. ¡Mal servei han fet a la democràcia aquells que abdicaren de l’acció política, remetent als tribunals la gestió d’un conflicte d’aquesta naturalesa!
Hem d’esperar, amatents, que els magistrats siguin equànimes. Que s’atenguin als fets i no escoltin la cridòria dels qui, talment com si fossin els adalils d’una nova Restauració, reclamen venjança. Perquè «l’escarment» que la dreta espanyola i l’extrema dreta reclamen seria dolorosament – i durablement – viscut com una humiliació en el si de la societat catalana. I hem d’esperar que una sentència justa obri un nou temps, en què el diàleg i la política puguin recuperar la iniciativa i reconduir el conflicte.
Som aquí perquè, avui més que mai, entenem la necessitat de reivindicar els valors republicans i d’inspirar-nos en ells. Uns valors que, a la tardor de 2017, estaven del costat dels qui defensaven l’autogovern i la democràcia parlamentària. No pas dels qui menystenien els drets de les minories i sembraven la divisió dins la nostra societat. ¡Quina confusió! ¡Vet aquí que els líders carlins del nou segle arboren l’escarapel·la!
Són aquests valors republicans els que ens empenyen, avui com ahir, a lluitar pel projecte d’una Espanya federal que sàpiga, per fi, reconèixer i acomodar la diversitat de nacions, parles i cultures que la configuren.
Són les conviccions que ens animen a treballar per una Europa unida, capaç de vèncer els vells dimonis del nacionalisme i el feixisme que avui tornen a assetjar el nostre continent. Una Europa que haurà d’entomar els dos grans reptes, indestriables, que dirimiran el futur de la civilització: la justícia social i la transició ecològica.
Sí. Afirmem la vigència d’aquest llegat, recordant el moment històric en què la llavor fou sembrada. Sovint, el destí d’una generació és concebre somnis d’emancipació que només les següents generacions podran assolir. Cap combat fou inútil. Reivindiquem l’heretatge de la Il·lustració i de la lluita secular del moviment obrer. Mirem al passat per forjar el futur.
Molts de nosaltres, en la negra nit del franquisme, aprenguérem del nostres avis, potser xiuxiuejant, la salutació de germanor i d’obstinada esperança que tornem a pronunciar: ¡Salut i República!
Lluís Rabell
10/02/2019