La polémica del 30%

            Los períodos electorales se han vuelto poco propicios a debates sosegados. Prima la consigna, la simplificación, el golpe de efecto. Y eso resulta muy perjudicial para la salud de la democracia. Con ese proceder se busca remover la visceralidad y apelar a las emociones, en menoscabo del raciocinio y la argumentación. La ciudadanía se aleja así de la política, que percibe como un teatro ajeno a sus preocupaciones. Pues tal vicio persiste, convendría que las entidades de la sociedad civil hicieran de contrapeso, favoreciendo una conversación rigurosa sobre los dilemas de la ciudad. Da la impresión, sin embargo, de que la febrilidad electoral se ha apoderado también de algunas de ellas y se dejan arrastrar por la hipérbole y el trazo grueso.

He aquí que la FAVB – que tuve el honor de presidir durante algunos años -, acaba de emitir junto a otras entidades un comunicado bajo el título: “El PSC quiere acabar con la vivienda protegida”. ¡Nada menos! Ni que decir tiene que esa declaración me ha entristecido profundamente. Primero, porque semejante afirmación es rotundamente falsa. Y, en segundo lugar, porque tiene una connotación partidista y sectaria que rompe con el pluralismo del movimiento vecinal, tradición que hizo de él una reconocida voz en la ciudad.

El exabrupto se refiere a la propuesta del PSC de revisar la medida, adoptada en 2018 también con la aquiescencia socialista, que obligaba a las promociones de obra nueva residencial a reservar un 30% de la misma para viviendas de protección oficial, en régimen de venta. La misma medida se aplicaba al cambio de usos – de oficinas a viviendas – y a las rehabilitaciones de inmuebles. La finalidad perseguida era incrementar el parque de vivienda protegida y fomentar la mixtura social. Pero, como resulta fácil entender, se trataba de una medida concreta y limitada en ese sentido. La política en materia de VPO no se reducía a ella, como daría a entender la declaración al trazar un signo de igualdad entre la propuesta de modular aquella medida a la luz de la experiencia de estos últimos años… y una supuesta “voluntad de acabar” con la producción de vivienda protegida. El incremento de tal producción está en el corazón de la política socialista.

La propuesta del PSC tiene que ver justamente con la eficacia en la consecución de dicho objetivo. Y es que, mal que nos pese a todos, la medida, tal como fue diseñada, no ha dado los resultados esperados. Puede aducirse que hubo promotores que se apresuraron a obtener sus licencias antes de la entrada en vigor de la disposición. Es cierto también que hemos sufrido una pandemia. Aún así, estamos muy lejos de haber logrado los 150 pisos por año con que contaba el Ayuntamiento de Barcelona. Apenas ha habido una media de 10 por ejercicio. En cuanto a las viviendas obtenidas merced a las rehabilitaciones, el balance es simplemente cero. ¿De verdad parece exagerado decir que la medida no ha funcionado? La constatación no la hace sólo del PSC. Es ampliamente compartida por profesionales y entidades del tercer sector, donde cunde la preocupación por la creciente dificultad de acceder a una vivienda digna y asequible en Barcelona.

La propuesta del PSC no consiste en la supresión de la obligatoriedad del 30%, sino en introducir la posibilidad de monetizar el valor de esas viviendas, mediante un pago al Ayuntamiento; pago que éste destinaría a la promoción de vivienda social, en régimen de alquiler y ubicada en el mismo distrito de la ciudad. Digamos que es una alternativa pragmática que hace de tripas corazón en aras a superar la inhibición mostrada por no pocos promotores. ¿Se trata de una concesión al clasismo de quienes cifran la rentabilidad de su inversión en poder ofrecer un inmueble destinado en exclusiva a compradores de alto poder adquisitivo? Sólo en apariencia: la mixtura social que procuraría el 30% de VPO – medida a la cual el promotor que lo prefiera puede de todos modos seguir acogiéndose – se traslada en cierto modo al territorio con ayuda de los recursos obtenidos, destinados, como digo, a la producción de vivienda de alquiler, el déficit más clamoroso de la ciudad en estos momentos. En una cosa tienen razón los furibundos detractores del PSC: la estimación del precio a pagar por cada vivienda debida al Ayuntamiento constituye el aspecto más delicado y “discutible” del asunto. ¡Bienvenida sea, pues, la discusión en un tema tan complejo como éste, donde no existen fórmulas mágicas! Discusión de propuestas y no descalificaciones, ni procesos de intención. Eso es lo que hace falta.

Por lo que respecta a las rehabilitaciones, quizá no sea tanto el PSC, sino el Tribunal Constitucional, quien acabe zanjando la controversia. En su sentencia 16/2021, de 28 de enero, el TC, pronunciándose acerca del recurso de inconstitucionalidad presentado por el PP contra el Decreto-ley de la Generalitat de medidas urgentes para mejorar el acceso a la vivienda, reconocía la constitucionalidad del establecimiento de reserva de vivienda protegida, tanto en “nueva edificación” como en caso de “sustitución de la edificación existente” o de “rehabilitación edificatoria”. Pero advertía al mismo tiempo sobre la necesidad de respetar “los derechos urbanísticos patrimonializados, bajo garantía de indemnización”. Doctores tiene la Iglesia en materia de leyes. Cabe temer, sin embargo, que la exigencia, sin más, de reservar un 30% de la obra resultante de una rehabilitación pudiera acabar, con un resultado incierto, en los tribunales. En cualquier caso, la medida ha tenido un claro efecto desincentivador. Eso también es un hecho. Lo cual no deja de ser una mala noticia, dada la necesidad de ir adecuando edificios antiguos a los parámetros de eficiencia energética y demás exigencias medioambientales.

En resumen: las políticas encaminadas a resolver el gravísimo problema del acceso a la vivienda requieren abordar un gran número de tareas. No se reducen a una sola medida. Transformar una propuesta en un fetiche acaso sirva en una campaña electoral, sobre todo si pretende hacerla de modo populista, en base a una narrativa simplificada de buenos y malos. Pero se trataría de un vuelo gallináceo. Partidos políticos y agentes sociales necesitan hablar con seriedad. Y el movimiento vecinal debería ser el primer interesado en ello.

Lluís Rabell

2/03/2023

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La polèmica del 30%

Els períodes electorals han esdevingut poc propicis a debats assossegats. Prima la consigna, la simplificació, el cop d’efecte. I això és molt perjudicial per a la salut de la democràcia. Amb aquesta manera es busca remoure la visceralitat i apel·lar a les emocions, en detriment del raciocini i l’argumentació. La ciutadania s’allunya així de la política, que percep com un teatre aliè les preocupacions. Doncs aquest vici persisteix, convindria que les entitats de la societat civil fessin de contrapès, afavorint una conversa rigorosa sobre els dilemes de la ciutat. Fa la impressió, però, que la febre electoral se n’ha apoderat també d’algunes i es deixen arrossegar per la hipèrbole i el traç gruixut.

Heus aquí que la FAVB –que vaig tenir l’honor de presidir durant alguns anys– acaba d’emetre juntament amb altres entitats un comunicat sota el títol: “El PSC vol acabar amb l’habitatge protegit”. Ni més ni menys! No cal dir que aquesta declaració m’ha entristit profundament. Primer, perquè aquesta afirmació és rotundament falsa. I, en segon lloc, perquè té una connotació partidista i sectària que trenca amb el pluralisme del moviment veïnal, tradició que en va fer una reconeguda veu a la ciutat.

L’exabrupte fa referència a la proposta del PSC de revisar la mesura, adoptada el 2018 també amb l’aquiescència socialista, que obligava les promocions d’obra nova residencial a reservar-ne un 30% per a habitatges de protecció oficial, en règim de venda . La mateixa mesura s’aplicava al canvi d’usos d’oficines a habitatges i les rehabilitacions d’immobles. La finalitat perseguida era incrementar el parc d’habitatge protegit i fomentar la mixtura social. Però, com que és fàcil entendre, es tractava d’una mesura concreta i limitada en aquest sentit. La política en matèria de VPO no s’hi reduïa, com donaria a entendre la declaració en traçar un signe d’igualtat entre la proposta de modular aquella mesura a la llum de l’experiència d’aquests darrers anys… i una suposada “voluntat d’acabar” amb la producció d’habitatge protegit. L’increment d’aquesta producció és al cor de la política socialista.          

La proposta del PSC té a veure justament amb l’eficàcia en la consecució del dit objectiu. I és que, malament que ens malgrat tots, la mesura, tal com va ser dissenyada, no ha donat els resultats esperats. Es pot adduir que hi va haver promotors que es van afanyar a obtenir les seves llicències abans de l’entrada en vigor de la disposició. És cert també que hem patit una pandèmia. Tot i així, estem molt lluny d’haver aconseguit els 150 pisos per any amb què comptava l’Ajuntament de Barcelona. Tot just hi ha hagut una mitjana de 10 per exercici. Pel que fa als habitatges obtinguts gràcies a les rehabilitacions, el balanç és simplement zero. De debò sembla exagerat dir que la mesura no ha funcionat? La constatació no la fa només del PSC. És àmpliament compartida per professionals i entitats del tercer sector, on s’estén la preocupació per la dificultat creixent d’accedir a un habitatge digne i assequible a Barcelona.

La proposta del PSC no consisteix a suprimir l’obligatorietat del 30%, sinó introduir la possibilitat de monetitzar el valor d’aquests habitatges, mitjançant un pagament a l’Ajuntament; pagament que aquest destinaria a la promoció d’habitatge social, en règim de lloguer i ubicat al mateix districte de la ciutat. Diguem que és una alternativa pragmàtica que fa de budells cor per superar la inhibició mostrada per no pocs promotors. Es tracta d’una concessió al classisme dels qui xifren la rendibilitat de la seva inversió en poder oferir un immoble destinat exclusivament a compradors d’alt poder adquisitiu? Només en aparença: la mixtura social que procuraria el 30% de VPO – mesura a la qual el promotor que ho prefereixi pot de tota manera continuar acollint-se – es trasllada en certa manera al territori amb ajuda dels recursos obtinguts, destinats, com dic, a la producció d’habitatge de lloguer, el dèficit més clamorós de la ciutat en aquests moments. En una cosa tenen raó els detractors furibunds del PSC: l’estimació del preu a pagar per cada habitatge degut a l’Ajuntament constitueix l’aspecte més delicat i “discutible” de l’assumpte. Benvinguda sigui, doncs, la discussió en un tema tan complex com aquest, on no hi ha fórmules màgiques! Discussió de propostes i no desqualificacions ni processos d’intenció. Això és el que cal.

Pel que fa a les rehabilitacions, potser no és tant el PSC, sinó el Tribunal Constitucional, que acabi tancant la controvèrsia. En la sentència 16/2021, de 28 de gener, el TC, pronunciant-se sobre el recurs d’inconstitucionalitat presentat pel PP contra el Decret llei de la Generalitat de mesures urgents per millorar l’accés a l’habitatge, reconeixia la constitucionalitat de l’establiment de reserva d’habitatge protegit, tant en nova edificació com en cas de substitució de l’edificació existent o de la rehabilitació d’edificis. Però advertia alhora sobre la necessitat de respectar els drets urbanístics patrimonials, sota garantia d’indemnització. L’Església té doctors en matèria de lleis. Cal témer, no obstant, que l’exigència, sense més ni més, de reservar un 30% de l’obra resultant d’una rehabilitació pogués acabar, amb un resultat incert, als tribunals. En qualsevol cas, la mesura ha tingut un efecte descoratjador clar. Això també és un fet. Això no deixa de ser una mala notícia, atesa la necessitat d’anar adequant edificis antics als nous paràmetres d’eficiència energètica i altres exigències mediambientals.

En resum: les polítiques encaminades a resoldre el gravíssim problema de l’accés a l’habitatge requereixen un gran nombre de tasques. No es redueixen a una sola mida. Transformar una proposta en un fetitxe potser serveixi en una campanya electoral, sobretot si pretén fer-la de manera populista, basant-se en una narrativa simplificada de bons i dolents. Però es tractaria d’un vol gallinaci. Partits polítics i agents socials necessiten parlar amb serietat. I el moviment veïnal hi hauria de ser el primer interessat.

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