¿Quién no recuerda ese momento de extrema tensión del relato? Después de una larga y azarosa navegación, la tripulación del ballenero intuye la proximidad del enfrentamiento con la bestia. Algunos creen que se trata de un mito; otros, del mismísimo demonio. Reina un silencio angustioso en cubierta. De pronto, a lo lejos, emerge de las profundidades una mole blanca y desafiante, erizada de arpones. Y la voz ronca del vigía grita: “¡Por ahí resopla!”.
Hoy, por fin, está disponible en librerías el trabajo de un querido y admirado amigo, Joan Coscubiela: “Empantanados. Una alternativa federal al sóviet carlista”. (Ediciones Península). Un libro oportuno y valioso, que no dejará indiferente a nadie. Pero, ¿a qué viene la evocación de Moby Dick? ¿Tal vez por la coincidencia en el tiempo entre la publicación de “Empantanados” y la recreación teatral de la obra maestra de Herman Melville? Quizás. Lo cierto es que las reflexiones de Coscubiela me han traído a la memoria aquella pregunta – cargada de reproches, aunque ciertamente pertinente – que floreció en algunas pancartas del 15-M: “¿Dónde está la izquierda?”. Pues bien, se me antoja que hoy se podría responder a esa pregunta diciendo: “Echad un vistazo a ‘Empantanados’. Por ahí resopla”.
En realidad, se trata de un par – o tres – de libros en uno. Sin embargo, ello no hace al conjunto menos coherente. Todo lo contrario. El libro contiene un pormenorizado balance de la última legislatura catalana, que concluyó abruptamente con el simulacro de proclamación de la independencia de Catalunya del 27-O y la fulminante aplicación del artículo 155 de la Constitución a instancias del gobierno de Rajoy. Un balance realizado desde la experiencia del grupo parlamentario Catalunya Sí Que Es Pot, del que Coscubiela fue portavoz y dirigente. Ese balance ilustra – podría decirse que condensa – las dificultades que atraviesa la configuración de las nuevas confluencias de izquierdas; dificultades en absoluto ajenas a las tensiones sociales inherentes a esa tormenta perfecta que ha producido la combinación de la gran recesión de la economía globalizada, con sus devastadores impactos sobre el modelo español de crecimiento, y la aluminosis que ha ido corroyendo la arquitectura autonómica y los pactos de la transición.
La hipótesis de esa nueva articulación de la izquierda transformadora no está en absoluto resuelta. Ni en Catalunya, ni en el resto de España. El grupo parlamentario de CSQP trabajó para visibilizar ese espacio político… en medio del ninguneo y, en algunos casos, el desafecto manifiesto de alguno de sus dirigentes más destacados. Resulta relativamente fácil obtener los favores de la opinión pública denunciando al PP desde el Congreso de los Diputados. Y, desde la atalaya mediática del Ayuntamiento de Barcelona, es posible fantasear con la idea de estar haciendo “política nacional”. Pero, a través de un juego de representaciones y condensaciones, la política nacional catalana se fragua en el Parlament. Y, allí, tocaba la complicada labor de ser oposición de izquierdas a un gobierno que estaba en abierto conflicto institucional con el del Estado… sin dejarse atrapar por la atracción gravitatoria de los dos bloques, a favor y en contra de la independencia, que polarizan toda la vida política del país.
Los “comunes” han preferido esquivar esa responsabilidad durante casi dos años, navegando en una calculada ambigüedad respecto a la propuesta independentista. Pero eso no ha hecho más que desdibujar nuestro espacio entre las clases populares. Coscubiela analiza muy bien esa debilidad y ese reto pendiente. Aunque evita las anécdotas – y hubiese podido incluir algunas -, la crítica es severa. Ya veremos si es encajada con deportividad. En cualquier caso, el autor hace gala de una virtud rara y preciosa en política: la lealtad. Trotski – cuya memoria es evocada en alguna ocasión en el libro – decía que ese era uno de los rasgos de la personalidad de Lenin que más admiraba: la lealtad… incluso hacia los adversarios. Coscubiela insiste en que no es posible levantar un proyecto transformador sin democracia, ni fraternidad. Y un partido que pretenda elevar la conciencia y la organización de las clases oprimidas, las únicas que pueden liberarse a sí mismas, no puede substituir los principios por astucias o por ventajas a corto plazo. Hay momentos en que la “nueva política” linda con el viejo oportunismo.
Pero quizás donde “Empantanados” alcanza mayor brillantez y deviene una aportación valiosísima para la reflexión de las izquierdas es en lo que Coscubiela llama “el escaneo del independentismo”. Un análisis, respetuoso y riguroso, del fenómeno social y político más importante de los últimos años, que merece ser leído con detenimiento. Ahí también se pone de manifiesto la cultura marxista del autor: desde la aproximación a las tendencias desatadas por la globalización capitalista en nuestras sociedades postindustriales, rebasando el Estado-nación y poniendo en crisis soberanías e instituciones, hasta el estudio del desarrollo concreto de los acontecimientos en Catalunya.
Sería vano tratar de resumir esas páginas, densas y trabajadas. Como lo sería pretender hacerlo con la última – y no menos sustantiva – parte del libro… que lleva por título, clásico entre los clásicos, “¿Qué hacer?”. Coscubiela, sindicalista experimentado, desconfía de las soluciones mágicas, de las respuestas simples a problemas complejos. Prefiere “los exploradores a los chamanes”. Mejor tender puentes, pactar desacuerdos si es necesario, nos dice. Mejor elaborar propuestas solventes de reforma constitucional, capaces de combinar el reconocimiento de la realidad plurinacional de España y las potencialidades del autogobierno con el blindaje estatal de aquellas competencias – fiscales, de protección social o medioambiental… – que deben garantizar la igualdad entre la ciudadanía. Sin perder de vista en ningún momento la proyección del impulso federal hacia Europa.
(Es posible que las sugerencias de Coscubiela “sepan a poco” a algunos amigos, ansiosos de “romper con el régimen del 78”. Daniel Bensaïd, filósofo y militante marxista francés, decía que “la revolución llega cuando no se la espera… y porque nadie está esperándola”. Y Trotski decía también que “la revolución es un gran momento de inspiración de la Historia”. Ciertamente, las crisis y convulsiones que se gestan bajo el desorden global invitan a la izquierda a mantener abierta la hipótesis revolucionaria. Pues bien, como ocurre con los artistas, si la inspiración nos visita, mejor será que nos encuentre trabajando. Concretamente, en reformas de progreso democrático y social).
“Empantanados” nació de algún modo el 7 de septiembre de 2017, cuando Coscubiela denunció “la vulneración, por parte de las fuerzas independentistas, de la legalidad y los derechos de la minoría parlamentaria para aprobar el marco legal del referéndum del 1 de octubre”. Sus palabras fueron aplaudidas por numerosos diputados, alejados de la ideología de Coscubiela pero asfixiados por esa atmósfera de “intimidación emocional”que tan certeramente describe el libro. E incomodaron a buena parte de la dirección de los “comunes”. Esa intervención, que no estaba prevista, resultó al cabo la más largamente preparada de todas: por boca de Joan Coscubiela hablaba una arraigada tradición del movimiento obrero, sabedora del valor de las libertades democráticas, del alto precio que en este país se ha pagado por ellas y del valor del Derecho para proteger a los más débiles. Hablaba la tradición de Rosa Luxemburgo, para quien “la libertad siempre es la libertad para los que piensan de manera diferente”.
Lejos de ser un vestigio del pasado, esas palabras serán sin duda semilla de futuro, formarán parte del ADN de la izquierda transformadora del siglo XXI. Los tiempos son difíciles y todo está aún por hacer, es cierto. Todavía seguimos empantanados. Sin embargo… “¡por ahí resopla!”.
Lluís RABELL – 12/02/2018