Una época de violencia

       Tras seis meses de una ofensiva devastadora del ejército israelí en la franja de Gaza, resulta imposible decir si lo peor ha quedado atrás, entre los escombros de la ciudad martirizada… o si aún está por llegar. El mundo ha asistido, cómplice o impotente, a un asedio medieval guiado por la más moderna inteligencia artificial. La mayoría de las víctimas, niños. Muertos bajo las bombas o intervenidos sin anestesia en hospitales prontamente arrasados. La tragedia de Gaza interpela la conciencia de la humanidad. Pero arroja también una luz cruda sobre la geopolítica del siglo XXI.

            En los nuevos equilibrios estratégicos que surgen de la crisis del orden global de las últimas décadas, el pueblo palestino sigue siendo “una nación sobrante”. Estados Unidos, principal valedor de Israel, ha sido incapaz de contener la ira vengativa del gobierno israelí. (Y eso puede que le cueste a Biden la elección presidencial). Pero Europa – a pesar de los honrosos esfuerzos de Josep Borrell y de la diplomacia española, entre otros – tampoco ha sabido mostrar la suficiente firmeza ante lo insoportable. Ni que decir tiene que la actuación desmedida de Israel y la tibieza de sus aliados han venido como anillo al dedo a Putin y a China en sus esfuerzos por incrementar su influencia en el “Sur Global”, denostando el doble rasero de las viejas metrópolis y desacreditando a las democracias liberales. Por su parte, los países árabes, más allá de una retórica pro-palestina destinada a sus poblaciones, tampoco han movido un dedo.

            Con un gobierno, el de Netanyahu, que necesita prolongar la guerra para mantenerse en el poder, la prosecución del conflicto puede derivar en un enfrentamiento regional con Irán y sus fuerzas afines. Pero, más allá de esta amenaza, la sangre vertida en Gaza inscribe la violencia de los Estados y el cuestionamiento del derecho internacional como paradigma de la nueva situación mundial. Con la guerra de Ucrania llegando a un momento crucial, marcado por la escasez de municiones en Kiev y el peligro de un repliegue estratégico americano – que daría alas al Kremlin -, es hora de que se enciendan las luces de alarma para la izquierda.

            Sólo ella puede pergeñar un proyecto federal que agrupe y potencie las fortalezas democráticas de Europa frente a las derivas nacional-populistas que la atenazan. Pero la izquierda debe también abrazar la complejidad de la situación, si quiere ser oída por la mayoría social trabajadora y la opinión progresista de las naciones. No es fácil lograrlo en medio del estrépito de las armas, cuando la emotividad lo desborda todo y los ecos de la historia resuenan en los corazones como una voz del presente. Ejemplo y prueba de ello es la instantánea sobre el estado de ánimo y la percepción de las cosas por parte de la sociedad israelí que nos brinda la entrevista realizada por “Le Monde”Jérôme Bourdon, historiador y sociólogo especializado en el estudio de los medios de comunicación, instalado en Israel desde 1997, entrevista que reproducimos a continuación.

            El triunfo de la causa palestina y una solución democrática del conflicto son imposibles sin un vuelco decisivo en el seno de la sociedad israelí, hoy cegada por el fervor patriótico. Movida por una justa indignación ante la barbarie, la izquierda no siempre ha sabido buscar el modo de acceder al pueblo para separarlo de los fanáticos y los aventureros. Ignorando o subestimando el impacto del 7 de octubre – cuando no situándolo en el suma y sigue del registro de la resistencia anticolonial -, una parte de la izquierda ha hecho un flaco favor a la causa que defiende, ahondando la incomprensión y el recelo de quienes, tarde o temprano, tendrán que apartar del poder a los señores de la guerra y apostar por el diálogo con los palestinos. Una vez más hay que decirlo: so pena de caer en un esteticismo autocomplaciente y estéril, la izquierda no puede conformarse con estar “en el lado correcto de la Historia”: su tarea es hacer bascular la Historia del lado del progreso y la fraternidad entre las naciones.

            La época convulsa que anuncia la tragedia de Gaza nos obliga a un sobreesfuerzo de determinación y de inteligencia política.

            Lluís Rabell

            7/04/2024

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Entrevista a Jérôme Bourdon

            Tras seis meses de conflicto, ¿qué es lo que ven los israelís a través de los medios de comunicación acerca de lo que ocurre en Gaza?

            La pequeña minoría de personas que, en Israel, piensa que es necesario un alto el fuego o que el ejército está cometiendo atrocidades deliberadamente en Gaza lee el diario Haaaretz o los portales de información independientes como Hamakom Hachi Ham Begehenom (“El lugar más cálido del infierno”) o 972 Magazine (en inglés), se informa a través de la prensa internacional o a través de las páginas web de las asociaciones israelís de defensa de los derechos humanos. Aquellos que quieren saber lo que sucede en Gaza pueden también acudir a los testimonios de quienes desempeñan allí una labor humanitaria: pertenezcan al organismo al que pertenezcan, todos coinciden en decir que nunca habían presenciado semejante desastre. Pero esas personalidades nunca son entrevistadas por los grandes medios de comunicación. Los periodistas israelís, como el resto de la prensa mundial, tienen prohibido el acceso a Gaza (excepto para reportajes de algunas horas, realizados bajo el control del ejército).

            La mayoría de los judíos de Israel no ve o no quiere ver el sufrimiento de los habitantes de Gaza. Incluso gente que se dice de izquierdas, favorable a la paz, admite tener poca o ninguna empatía hacia ellos. La población israelí sigue bloqueada con lo que ocurrió el 7 de octubre, en que se rebasó un límite del horror. El eco de la Shoah es potente. Los israelís siguen convencidos de que el país se lanzó a la guerra “porque no tenía más remedio”. Saben que el sufrimiento de Gaza existe, pero, en el fondo, siempre acaba poniéndose por delante la responsabilidad palestina. Es una reacción que viene de lejos, y que expresa muy bien una conocida cita de Golda Meir (primera ministra de 1969 a 1974)“No podemos perdonar a los palestinos que nos obliguen a matar a sus hijos”, una frase muy repetida últimamente.

            La responsabilidad israelí sólo es cuestionada por una pequeña minoría de periodistas, militantes e intelectuales. Los grandes medios muestran al público lo que quiere ver, y ese público no alcanza a comprender que ese dolor (del exterminio judío en Europa), para él totalmente presente, pertenezca al pasado a ojos de los medios extranjeros y que, además, no les parezca conmensurable con el desastre que se abate sobre los palestinos como consecuencia de la ofensiva militar israelí.

Concretamente, ¿qué muestran las televisiones?

La cadena 12 o la 13, frecuentemente conectadas con lugares públicos, así como la 14, conservadora y próxima al primer ministro, Benjamín Netanyahu, así como la plataforma Ynet, han adoptado un tono patriótico. Muestran a los soldados en sus operaciones o los entierros de los caídos en combate. Las fotos de los rehenes y de sus familias están muy presentes en estos canales, lo que, en cierto modo, no resulta positivo para Netanyahu, acusado por toda una parte de la opinión pública de rechazar la tregua que permitiría la liberación de esos cautivos.

Los medios vuelven regularmente sobre las violencias del 7 de octubre, incluidas las violencias sexuales, y sobre las que narran los rehenes que han podido ser liberados. El recuerdo del 7 de octubre permanece omnipresente merced a nuevas revelaciones, documentales y un trabajo memorialista continuo. El espacio público está repleto de fotos de los rehenes que siguen en poder de Hamás. La consigna “Bring them home”, en inglés y en hebreo, está por todas partes. Sus imágenes aparecen una y otra vez por televisión. En los medios de comunicación, los testimonios recomponen día tras día el rompecabezas del 7 de octubre, incluidas las investigaciones sobre el considerable fracaso en materia de seguridad, lo que perpetúa el traumatismo. Se trata de un repliegue sobre sí mismo del colectivo judío israelí, propiciado por los medios.

¿Cuál es la imagen del ejército que proyectan esos medios?

Las raras voces críticas con el ejército, considerando que los militares actúan movidos por un espíritu de revancha, no tienen cabida en los medios de comunicación. Eso corresponde también a una militarización de la sociedad, con un renovado prestigio del soldado. Las imágenes, colgadas en las redes sociales, que muestran a los militares cometiendo exacciones en Gaza suscitan poca o ninguna reprobación. En una atmósfera de divisiones sociales y políticas extremas, todo el mundo se reagrupa en torno al ejército.

Las imágenes de Gaza muestran a los soldados. Prima la narrativa del ejército: si hubo víctimas civiles durante la distribución de ayuda alimentaria, fue “porque los soldados se sintieron amenazados”. Cuando se habla del enclave palestino y de su futuro, el tema se aborda exclusivamente bajo el ángulo de la seguridad; es decir, de qué solución brindaría la mayor seguridad a Israel. Los palestinos son invisibles. Por otra parte, hay que recordar que en las manifestaciones exigiendo la partida de Netanyahu (que han vuelto a ocupar las calles a finales de marzo) sólo se habla de Hamás y de los terroristas, nunca de los palestinos.

¿Esa invisibilidad es algo nuevo?

En una sociedad en guerra – y el momento presente no es más que el último capítulo de una larga guerra entre dos pueblos -, la deshumanización, la demonización del enemigo no es un fenómeno nuevo. Pero ahora alcanza un nivel sin precedentes, ahondando la brecha que separa la perspectiva israelí de la percepción de los medios internacionales. Los israelís y los extranjeros que los observan no viven en el mismo mundo. Si las atrocidades del 7 de octubre y la toma de rehenes han jugado un papel decisivo, hay que guardar en mente que antes de esa fecha los medios israelís mainstream, con raras excepciones, apenas cubrían la actualidad en los territorios palestinos ocupados. Y eso, por múltiples razones. Desde la segunda Intifada (a principios de los años 2000), el país considera a los palestinos como responsables del fracaso del proceso de paz; de manera general, la derecha, religiosa o no, se ha vuelto más influyente; y si el movimiento contra Netanyahu ha llegado a criticar la violencia creciente de los colonos, ha sido más por hostilidad hacia la derecha judía que por empatía hacia los palestinos.

Algunos interrogantes emergen sobre lo que quiere realmente decir “hay que destruir a Hamás”, sin embargo el apoyo a la prosecución de la guerra sigue siendo general. En la nueva polarización israelí, la pregunta “a favor o en contra de Bibi” (el mote de Benjamín Netanyahu), personalizada al extremo, ha sustituido al interrogante acerca de “a favor o en contra del diálogo con los palestinos”. Las cosas ya estaban así antes del 7 de octubre; pero hoy, los partidarios del diálogo con los palestinos ni siquiera pueden expresarse.

¿Cómo han sido comentados los ataques que acabaron con la vida de siete cooperantes humanitarios el pasado 1 de abril?

No de manera muy distinta al tratamiento informativo dado a otros “incidentes” en los que el ejército israelí ha disparado contra civiles que hacían cola para recibir alimentos e incluso contra los tres rehenes israelís que habían logrado huir de sus captores. Cuando Netanyahu, tras vagas excusas, declara que “esas cosas suceden en una guerra”, no hace sino reflejar una opinión general.

¿Comprenden los israelís que la imagen del país se ha degradado enormemente en el extranjero?

El tratamiento informativo acerca de Israel que realizan los medios de fuera del país es un tema recurrente y antiguo, que ha contribuido a relegar a un segundo plano la cuestión palestina. La percepción que de ello se tiene podría resumirse así: esos medios no nos quieren, “el mundo entero está contra nosotros”, ni siquiera quiso reconocer las violencias sexuales cometidas el 7 de octubre, o lo hizo tardíamente (y esto último contiene una parte de verdad).

La imagen de los europeos es, de todos modos, muy negativa en Israel. Incluso Estados Unidos – esto es algo nuevo – ya no es tratado como el aliado fiel e indispensable que siempre fue. Las manifestaciones pro-palestinas o las polémicas acerca de las universidades americanas (en primer lugar a propósito de Harvard, donde grupos pro-palestinos firmaron un texto criticando la “violencia israelí”) reciben una gran cobertura mediática a fin de subrayar hasta qué punto estos países permanecen ciegos ante el antisemitismo y el anti-sionismo.

Finalmente, los debates incesantes sobre la suerte de los rehenes, sobre la conscripción de los ultra-ortodoxos o sobre Irán levantan mucha más polvareda que las condiciones de la guerra en Gaza o el destino de los palestinos.

(Entrevista realizada por Stéphanie Le Bars. “Le Monde”, 7-8/04/2024)

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