
Mirar hacia otro lado. Ese sería el más antiguo de los oficios ejercidos por los varones, según reza en el manifiesto “Hombres por la abolición del sistema prostitucional en España” que circula estos días por las redes sociales. Y está en lo cierto. Urge que los hombres nos adentremos en el debate sobre la prostitución y asumamos nuestras responsabilidades. Definir la prostitución como el oficio femenino más antiguo del mundo no sólo es una falsedad histórica, sino ontológica. En realidad, a lo largo de los siglos – y hasta alcanzar unas proporciones inauditas en la época de la globalización neoliberal -, la prostitución ha sido siempre un comercio entre hombres; un sistema más o menos sofisticado, pero basado en la desigualdad estructural entre los sexos y en una violencia multiforme, a través del cual unos hombres sometían a mujeres y niñas, poniéndolas a disposición de los caprichos sexuales y el deseo de dominación de otros varones.
El feminismo histórico nunca ha dejado de denunciar esa forma de esclavitud. Por su parte, el movimiento obrero más consciente, libertario, socialista o comunista, en su anhelo emancipador fue siempre abolicionista. Para la izquierda tradicional, la mujer prostituida era ante todo la Fantine de “Los miserables”: la más desvalida y brutalizada de las hijas de nuestra clase. Fue necesario el triunfo de la revolución conservadora, la desmoralización de la izquierda, la hegemonía social del individualismo y la omnipresencia de las leyes del mercado… En una palabra: fue necesario que se desvanecieran las utopías de emancipación del siglo XX, que se impusiera el sentimiento de que la Historia “ya no daba para más” y el capitalismo encarnaba la cima civilizatoria de la humanidad, para que en las filas progresistas cundiese la idea de que la prostitución era un “trabajo sexual” y podía regularse como una relación mercantil legítima. Fue necesario semejante cambio de rasante histórico para que – por citar un hito significativo al que alude el Manifiesto – el SPD de Schröder y los verdes regularizaran la prostitución en Alemania… con nefastas consecuencias. (El pasado mes de marzo, la doctora Ingeborg Kraus presentó en el Congreso de los Diputados un informe sobre los resultados de veinte años de prostitución regulada, describiéndola como “un infierno en la tierra” para las mujeres inmersas en ese mundo).
No, los hombres no tenemos derecho a desentendernos del tema. Va con nosotros, con todos nosotros. El feminismo militante, de tradición ilustrada y materialista, no ha perdido el norte al respecto. Y si la izquierda llega a recuperarlo, lo deberá ante todo a la lucha persistente de las mujeres feministas en sus filas. Pero el futuro está en disputa y hay que ser conscientes del desafío democrático y civilizatorio que supone asumir la necesidad de abolir la prostitución. El feminismo no deja de repetirlo con ahínco: hay trata porque existe prostitución, porque es necesario renovar y ampliar constantemente la reserva de mujeres a disposición de los puteros. Y hay prostitución porque hay demanda… y poderosos intereses que la incentivan y se esfuerzan por normalizarla. En un mundo de tremendas desigualdades sociales, en el que millares de mujeres y niñas de las regiones empobrecidas del planeta son drenadas hacia las metrópolis, la cuestión de la “libertad” ha dejado de ser pertinente. Peor: constituye una estafa intelectual y moral. Nuestra izquierda se siente muy orgullosa de haber propiciado una ley de “sólo sí es sí”. Pero en el mundo de la prostitución las mujeres no pueden decir “no”, abrumadas por la violencia o la necesidad. La distinción entre “prostitución libre y forzada” constituye una falacia neoliberal que sólo puede seducir a quienes ignoran la realidad social… o se creen al abrigo de un destino que creen acotado a las mujeres pobres, mayoritariamente extranjeras y – como se dice en lenguaje “woke” – “racializadas”. Una ilusión, por cierto: el sistema proxeneta lleva tiempo asaltando las redes sociales y captando jóvenes universitarias con la promesa del dinero fácil. La mirada que algunos sectores de la izquierda consideran “rompedora”, cuando imaginan una “prostitución con derechos”, esconde más papanatismo liberal, clasismo y sentimiento de superioridad étnica de lo que se querría admitir. Desdibujado el horizonte de la lucha de clases, buena parte de la izquierda anda empantanada en un marasmo de identidades y sentimientos individuales. De hecho, en el reflejo ideológico de un mercado enfebrecido y desintegrador de las sociedades.
El Manifiesto tiene el mérito de poner el dedo en la llaga de una actitud recurrente, que todos hemos vivido o conocido en asociaciones, movimientos o partidos cuando se ha planteado el debate: “Es un tema complejo. Las feministas están divididas. Habría que escuchar a las partes…”. Pues no, los hombres tampoco tenemos derecho a devolver la pelota al tejado de las mujeres. La consecuencia de esa aparente neutralidad acaba siendo la legitimación del lobby proxeneta, que dispone de mayores altavoces mediáticos y siembra la confusión. La pregunta a la que tenemos que responder es si creemos – o no – tener derecho a disponer del cuerpo de las mujeres a cambio de dinero. Es decir, si creemos tener derecho a deshumanizarlas hasta convertirlas en mercancía… y si consideramos que una sociedad democrática debe proveer semejante “derecho”. Planteado el problema en esos términos, entendemos que estamos hablando del modelo de relaciones humanas que definen el semblante de una sociedad. Ni que decir tiene que las poderosas industrias del sexo, que acumulan astronómicos beneficios gracias a la prostitución y a la pornografía, responden afirmativamente a esa pregunta. Al igual que los promotores de la creciente explotación reproductiva de las mujeres, que pugnan por normalizar el comercio de los “vientres de alquiler”. Hoy, atenazados por la incertidumbre que se cierne sobre las naciones, hablamos mucho de “distopías”. Se nos antoja más verosímil la extinción de la humanidad que imaginar la superación del régimen de la propiedad privada de los grandes medios de producción. Pero quizá sea más exacto decir que el capitalismo tecnificado y senil que nos gobierna proyecta sobre la civilización humana un futuro de sadismo social; un mañana en que el deseo se convertiría en fuente de derecho y, con ello, advendría el bárbaro imperio sin límites del más fuerte. Y esa presión ha embebido el imaginario de las izquierdas y amenaza la propia agenda feminista.
La prostitución define nuestra masculinidad. Mientras sea admitida, tolerada o legalizada, ninguna mujer será realmente nuestra igual. Porque, con cada violación tarifada, mediante el sufrimiento de un nutrido contingente de mujeres y niñas – y con la certeza de que otras muchas vendrán a ocupar su lugar -, ese sistema reafirma y reproduce la preeminencia de los varones sobre todas las mujeres. “En una sociedad donde se consiente (…) esta violación abierta de los derechos humanos que es la prostitución – recalca el Manifiesto -, todas y todos somos potencialmente prostitutas y prostituidores”. El ancestral privilegio masculino de la prostitución reitera un mandato patriarcal que debe ser sin cesar remachado. Porque no brota de ningún orden natural de las cosas, sino que resulta de una construcción cultural y social histórica y, por lo tanto, es reversible. En ese sentido, el abolicionismo define un horizonte general de progreso y emancipación, un horizonte hacia el que es posible avanzar concretamente.
El Manifiesto brinda su apoyo a la propuesta de Ley orgánica integral para la abolición del sistema prostitucional (LOASP), elaborada por un amplio abanico de entidades feministas y remitida desde hace meses al Congreso de los Diputados. Se trata de un pormenorizado articulado, inspirado en el modelo nórdico. Es decir, un enfoque que despenaliza totalmente a las mujeres en situación de prostitución – para las que despliega un vasto programa de asistencia jurídica y de apoyo material en todos los órdenes, destinado a que puedan recomponer su autonomía vital – y, por el contrario, persigue con severidad al proxenetismo y sanciona la compra de servicios sexuales. Amparo a las víctimas de trata y explotación, represión del crimen, educación de la sociedad en los valores de la igualdad… Desde luego no va a ser fácil que tan ambicioso proyecto prospere con la actual composición del Congreso, donde incluso una parte de la izquierda gubernamental compra el discurso del “trabajo sexual”. Quizá sólo se alcance a sacar adelante propuestas parciales o textos más incompletos, como el que ha presentado el PSOE. (La iniciativa socialista se admitió a trámite a principios de junio con la abstención de parte del bloque de investidura y el voto en contra de los diputados de En Comú Podem). Pero no hay que desesperar. En un acto celebrado por aquellas fechas en Barcelona, la argentina Alika Kinan, superviviente de la prostitución y militante abolicionista, llamaba a hacerse fuertes con los avances legislativos, aún insuficientes, que permitiesen sacar a mujeres de los burdeles, a fin de seguir peleando, avanzando paso a paso, ampliando esas conquistas con el empuje de las mujeres. Sea cual sea el curso que sigan los acontecimientos, el desafío está planteado.
Nos corresponde tomar partido. Sólo nosotros podemos decidir romper con esa fratría mafiosa a la que se refiere Rosa Cobo. Una hermandad viril forjada por el patriarcado que, por encima de clases, culturas o franjas de edad, nos aúna en el ejercicio de un privilegio que corroe nuestra humanidad. Es hora de que demócratas, defensores de los derechos humanos y a fortiori aquellos hombres que se identifican con los valores progresistas, se sumen a la causa de la abolición de la prostitución. La fecha es propicia para ello. Hoy, 23 de septiembre, el Día Internacional contra la Trata conmemora la ley argentina de 1913, la primera del mundo en abolir la prostitución infantil.
Lluís Rabell
23/09/2022
Es posible adherirse al “Manifiesto de Hombres por la Abolición del Sistema Prostitucional en España” a través del enlace del siguiente artículo: https://elcomun.es/2022/09/21/manifiesto-hombres-por-la-abolicion-del-sistema-prostitucional-en-espana/
Totalmente d’acord
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De acuerdo en todo, hay que luchar para abolir la prostitución.
M'agradaM'agrada
Me parece un artículo que centra muy bien el problema de la prostitución. En nombre de todas las mujeres !Muchas gracias!
M'agradaM'agrada