
No, el compromiso suscrito por los partidos independentistas excluyendo la posibilidad, sea cual fuere el veredicto de las urnas, de cualquier acuerdo con el PSC, no es una simple anécdota de campaña. Ni siquiera debería ser tratado como una de esas promesas que no sobreviven a la noche electoral. Es imposible predecir el alcance y todas las consecuencias que tendrá ese anatema, tanto en la arena política catalana como en la española. Pero sí que podemos intuir en qué sentido se producirán. Como comentaba hoy mismo el historiador y periodista Steven Forti, en toda Europa se discute de establecer cordones sanitarios en torno a la extrema derecha; en Catalunya, se trata de poner cerco a los socialistas. ¡Atención! A los socialistas… no a Vox. En realidad, el independentismo necesita a Vox para mantener un clima de crispación entre identidades nacionales: sólo así, sin otro proyecto más que medrar en el entramado institucional, mediático y clientelar que les ha procurado la gestión autonómica, podrán mantener emocionalmente cautiva a una parte de la sociedad catalana. Así pues, el independentismo identifica a su enemigo en la izquierda federalista. Pero su némesis no es la socialdemocracia, sino la extrema derecha. Es indiscutible que Vox va beneficiarse de este improvisado “frente nacional”. Veremos hasta qué punto lo consigue en los barrios populares de las áreas metropolitanas, singularmente entre gente trabajadora joven, sumida en un sentimiento de abandono. Aunque, sin duda alguna, la imagen ingrata de una Catalunya tribal que proyecta semejante pacto será fácilmente explotada por las fuerzas más conservadoras del espectro político español. Y, desde luego, no lo harán por solidaridad con el vilipendiado Salvador Illa: Vox quiere meterle en la cárcel y el PP le acusa de haberse “colado” en la tanda de vacunación contra el virus. (Sin prueba alguna, por supuesto. Pero es que, según el manual del buen populista, no se trata de demostrar nada, sino de hacer ruido e intoxicar a la opinión pública).
Pero, la segunda enseñanza que cabe extraer de este acontecimiento es la volubilidad y cobardía política de ERC. Basta con que la derecha nacionalista mande a formar para que los de Junqueras se pongan en fila, alineándose por la izquierda. (Es un decir). Quienes cifraban sus esperanzas en que un giro de la política catalana hacia la moderación y el realismo viniera de la mano de ERC pueden empezar a revisar sus cálculos. Su disputa con los cortesanos de Waterloo es enconada y ha sumido a la Generalitat en una prolongada parálisis. Pero el temor a ser tildados de “botiflers” y amigos de los “carceleros” pesa más que todas las cosas. Lo más significativo es que el veto contra el PSC ha sido promovido por un reducido núcleo de gente de la ANC que nadie ha elegido, que no representa más que a sí mismo, pero cuya admonición resuena a oídos de los independentistas como la voz del “procés”; un movimiento que ellos mismos amplificaron, sobre cuya cresta cabalgaron… y del que no pueden deshacerse so pena de perderlo todo. Lo más grave es que esa “foto de Colón del independentismo” – devastadora analogía de Salvador Illa – pretende cristalizar la división en la sociedad catalana, haciéndola perenne. Quien se atreva a rebasar los márgenes de una demarcación cada vez más teñida de etnicismo, quien esté tentado de superar esa asfixiante política de bloques, será fulminado por una fetua de los ayatolás de la patria. Pero el bloqueo político o la reedición de un caótico gobierno de hermanos enemigos supondría inevitablemente decadencia económica y social. Cuando urge implementar buenos proyectos para aprovechar los fondos europeos, la inestabilidad sigue propiciando que empresas desplacen su producción fuera de Catalunya. Formatear la crisis social que se avecina bajo los parámetros de una confrontación de sentimientos nacionales puede tener trágicas consecuencias: para la convivencia entre catalanes… y para la continuidad del gobierno progresista en España.
La suerte está prácticamente echada por lo que se refiere al 14-F. Ahora se ve la vacuidad de aquellas estrategias que se aferraban a la perspectiva de un “tripartito de izquierdas”. Tras las proyecciones aritméticas, esa ensoñación obviaba el problema crucial de la orientación de un gobierno del cambio: un giro hacia las políticas sociales y hacia el fortalecimiento del autogobierno y la cooperación institucional, incompatible con una agenda de referéndums y confrontación con el Estado. Del mismo modo que esa quimera contaba con que prevalecieran unas virtudes – lealtad, firmeza en los propósitos… – de las que no anda precisamente sobrada la menestralia nacionalista. No habrá salida al marasmo catalán sin un fortalecimiento del polo de la izquierda. Vote ahora cada cual según su conciencia. Ya vendrá el tiempo de hacer balance y de analizar el escenario que dibujarán estos comicios. Entretanto, en el punto de mira de los intolerantes o no, todas las sensibilidades democráticas y de izquierdas deberían rechazar sin ambages el anatema tribal del independentismo.
Lluís Rabell
11/02/2021
Hola Lluís! De los que hemos luchado para orientar las luchas contra un régimen que nunca se liberó del franquismo quedamos unos cuantos que seguimos por este camino. Lluís, estás buscando otro:
«Pero el bloqueo político o la reedición de un caótico gobierno de hermanos enemigos supondría inevitablemente decadencia económica y social. Cuando urge implementar buenos proyectos para aprovechar los fondos europeos, la inestabilidad sigue propiciando que empresas desplacen su producción fuera de Catalunya.»
Deja muy claro dónde te encuentras. En vez de criticar el desastre que el model económico neoliberal produce a los recursos naturales y sociales, prefieres los «buenos proyectos para aprovechar los fondos europeos». Los buenos proyectos son los que responden a las necesidades de la gente y no al gran capital, y los fondos europeos sabemos que no están controlados por la gente.
Durante muchos años luchábamos juntos en contra del régimen 78 (incluso antes que se formó) –el poder estatal que nos ha llevado a la situación particular actual en Catalunya y que cada vez más ejecuta la represión contra las disidencias en todo su territorio– entonces entiendo que el fracaso del esfuerzo lleve algunos a buscar un lugar en PSC/PSOE.
En la historia siempre se ha utilizado la religión y la nación para seguir engañando y robando a las masas populares. Si los comunicadores supieron hacer público lo que pasa en las capas subyacentes a esta falsa superficie, las vías podrían abrirse hacia una reacción social para una sociedad más justa.
El régimen del 78, no sólo en Catalunya sino en todo el estado, fue un pacto de silencio sobre la dictadura conservando todos sus tentáculos en las estructuras del estado y como había hecho el dictador reprimiendo a toda disidencia sea o no independentista, el derecho a la protesta, el derecho a la libertad de expresión, en definitiva represión a todos los que no son dóciles con lo que ellos llaman “motores de la economía”. Esto son los buenos proyectos que se definen en el “Next generation” para la hoja de ruta europea.
El que enfoque su discurso en el conflicto nacional sin querer bajar la mirada para tener en cuenta la situación social, del régimen y de la represión contra la disidencia podría llegar lejos en la carrera política por un rato.
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