Europa, en el espejo de Francia

       La decisión del presidente Emmanuel Macron de disolver la Asamblea Nacional y convocar elecciones legislativas a finales de este mes puede revelarse como un error político mayúsculo. Esa decisión, adoptada cuando aún se estaban recontando las papeletas de las elecciones europeas del 9 de junio, suponía el reconocimiento de una derrota humillante de su formación política ante una extrema derecha que rebasaba el 30% de los sufragios expresados. Pero, al mismo tiempo, abría las puertas a un futuro incierto, tanto en Francia como en el conjunto de la Unión Europea. Lo que ocurra en estos próximos comicios pesará muy mucho en su destino. Todo el mundo lo entiende: Francia, uno de los motores de la construcción europea, en manos de un gobierno nacionalista, xenófobo y de inclinación prorrusa sería una fuente de desestabilización y una amenaza para la democracia. Sobre todo, cuando el ejecutivo de coalición alemán, vertebrado en torno al SPD, atraviesa horas bajas y un eventual retorno de Trump a la Casa Blanca es anhelado por todas las tendencias populistas y autoritarias – empezando por el propio Putin.  Giorgia Meloni, asentada en Roma, ya va dando muestras de la erosión de los derechos democráticos – inmigración, aborto… – que supone la gestión de la extrema derecha. Una gestión que pasaría sin duda a una velocidad y a una agresividad superiores en un contexto propicio.

            Marine Le Pen y los suyos celebraron, alborozados, la iniciativa presidencial, acariciando el sueño de alcanzar una mayoría parlamentaria. ¿Logrará cerrarle el paso el nuevo Frente Popular, la coalición de todas las izquierdas que acaba de constituirse? ¿Conseguirá restañar las heridas de años de disensiones y peleas internas, movilizando ampliamente al electorado progresista? Y, sobre todo, ¿logrará incidir en los sectores sociales donde la extrema derecha lleva años penetrando con éxito? Quedan escasas semanas y cualquier pronóstico resultaría aventurado. De lo que no cabe duda es de que París marcará de nuevo el pulso de Europa. Y también de que la experiencia del ascenso de la extrema derecha debe ser estudiada con detenimiento por toda la izquierda. No basta con alertar del peligro. Para las nuevas generaciones, la referencia al fascismo es en muchos casos tan solo una reseña en los libros de historia. La presencia de la extrema derecha se ha ido normalizando a lo largo de los últimos años. Sus discursos han contaminado las agendas de los gobiernos conservadores y han cohibido a la izquierda. ¿Cómo se articulan las problemáticas sociales, agravadas por la crisis de la globalización y la explosión de las desigualdades, con las pulsiones racistas latentes en nuestras sociedades hasta configurar un movimiento político cargado de odio y resentimiento? Es vital comprender el fenómeno que se desarrolla ante nuestros ojos. A ello contribuyen algunas investigaciones recientes, como la del sociólogo francés Félicien Faury, de la que habla en la siguiente entrevista, concedida al rotativo “Le Monde”. Toda la izquierda tendrá que mirarse en el espejo de Francia.

            Lluís Rabell

            16/06/2024

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“Para los electores del Reagrupamiento Nacional, la inmigración constituye también una cuestión socioeconómica”

        Adjunto al Centro de Investigaciones sociológicas sobre derecho e instituciones penales, organismo adscrito al CNRS, el sociólogo y politólogo Félicien Faury trabaja sobre la extrema derecha. Es autor de “Electores ordinarios. Investigación sobre la normalización de la extrema derecha” (Seuil, 240 páginas, 21,5 euros), una obra que se desprende de una encuesta de campo realizada a lo largo de seis años (2016-2022) y que analiza la implantación electoral y partidista del Reagrupamiento Nacional (RN) en un territorio del sudeste de Francia.

            ¿Cómo analiza el gesto político de Emmanuel Macron convocando elecciones generales?

            Como muchos otros lo han puesto de relieve antes que yo, esa opción se basa en la voluntad de imponer una polarización, oponiendo un partido “de centro”, encarnado por Renaissance (la formación política que apoya al actual presidente de la República), y la extrema derecha – presuponiendo que la izquierda aparecería débil y dividida. En un contexto en que el presidente de la República suscita una creciente desconfianza, esa polarización hace que el RN aparezca como la principal alternativa al macronismo. Esa situación explica sin duda alguna por qué la disolución de la Asamblea nacional era una demanda explícita de Jordan Bardella y de Marine Le Pen – y por qué su anuncio fue acogido con alborozo por parte del RN durante la noche de las elecciones europeas.

            Se dice con frecuencia que los electores del RN son muy sensibles a las cuestiones sociales – en particular, al poder adquisitivo -, pero su libro pone de relieve el lugar central que ocupa el racismo en sus opciones electorales. ¿Cómo se expresa esa “aversión hacia las minorías étnico-raciales”?

            En realidad, es necesario articular ambos fenómenos. Las cuestiones sociales como el poder adquisitivo siempre aparecen mezcladas con temáticas como la inmigración y el lugar de las minorías étnico-raciales en la sociedad francesa. Para los electores del RN, la inmigración no es únicamente un tema “identitario”: es también – y quizás sobre todo – una cuestión plenamente socioeconómica. Cuando los inmigrantes son espontáneamente asociados al paro y a las ayudas sociales, la inmigración se encuentra vinculada, a través de los impuestos y las tasas, a la cuestión del poder adquisitivo. Lo que hay que tratar de entender no es tanto “aquello que tiene mayor peso” – las preocupaciones de clase o el racismo -, sino a través de qué mecanismos ambos aspectos se conjugan.

            ¿Se trata de un racismo que se expresa abiertamente o de un racismo “sutil” al que nos referimos cuando hablamos, por ejemplo, de “racismo sistémico”?

            Por supuesto, todo depende de los perfiles de las personas encuestadas y del contexto de la interacción, pero se trata con frecuencia de manifestaciones bastante claras y explícitas de hostilidad hacia las minorías étnico-raciales. Era una cuestión importante a la hora de escribir este libro: me parecía necesario dar cuenta del racismo que se expresa en muchos discursos, pero había que tener cuidado con no redoblar, a través de la escritura, la violencia de las palabras, cayendo en una suerte de voyeurismo malsano. He tratado, pues, de ceñirme a lo que era necesario para el análisis sociológico.

            Por otra parte, existen efectivamente formas más “sutiles” de expresión del racismo. El racismo es un hecho multiforme y transversal: lo encontramos en todos los medios sociales, pero según formas diferentes – algunas son claras, otras más modosas o discretas. La extrema derecha y sus electores no poseen en modo alguno el monopolio del racismo: hay racismo en el voto RN, pero este voto no es más que una forma entre otras de participación en las desigualdades étnico-raciales que siguen existiendo en nuestro país.

            Usted evoca, para explicar el sentimiento de injusticia y fragilidad que resienten los electores del RN, la noción de “consciencia social triangular”, acuñada por el investigador Olivier Schwartz. ¿Cómo describiría usted esta representación del mundo?

            La consciencia social triangular designa el sentimiento de estar atenazado entre una presión social “por arriba” y otra “por debajo”. En el territorio del que me he ocupado, esa doble presión es particularmente percibida en su dimensión residencial. Los electores del RN tienen la impresión de ser “alcanzados” por los “barrios” donde habitan las clases populares precarizadas, provenientes con frecuencia de la inmigración, pero ven también con inquietud la apropiación de ciertos territorios por parte de grupos mejor dotados económicamente. En efecto, muchas familias prósperas vienen al sudeste a instalarse o adquieren residencias secundarias, lo que engendra una fuerte presión inmobiliaria.

            Las presiones venidas “desde arriba” o “desde abajo” no se politizan del mismo modo por parte de los electores del RN. La presión por arriba suscita amargura, pero también mucho fatalismo. Por el contrario, la presión desde abajo es considera como algo escandaloso y evitable, sobre todo cuando se racializa: los electores del RN piensan que se hubiese podido y debido limitar, e incluso frenar, una inmigración percibida como responsable de la degradación de los barrios periféricos. Sin duda es un efecto del racismo existente el hecho de dirigir la mirada hacia la parte más baja del espacio social cuando se trata de politizar las aversiones.

            La inquietud acerca del futuro, por parte de los electores del RN, se refiere finalmente menos al empleo que a ciertos ámbitos que son menos evocados en el debate público, como la vivienda o la escuela. ¿Cómo han acabado imponiéndose estos temas?  

            Es una especificidad de los electores del sudeste que he encuestado: al beneficiar de un estatus socio-profesional relativamente estable, sus temores no se refieren específicamente a la cuestión del empleo o del paro. Tienen preocupaciones socioeconómicas muy reales, pero conciernen al valor de sus viviendas, a los impuestos y tasas, a las ayudas sociales que perciben o no, o bien al acceso a servicios públicos de calidad.

            La cuestión residencial es central, sobre todo en esta región Provincia-Alpes-Costa Azul, caracterizada por una competencia exacerbada entre territorios. La cuestión escolar aparece también con frecuencia en las entrevistas: los electores del RN tienen la percepción de que la escuela pública “se degrada”, y esos engendra vivas inquietudes entre ellos, dado que acostumbran a tener pocos diplomas superiores: sus hogares tienen menos recursos que otros para compensar los déficits de la escuela. Muchos se resignan a escolarizar a sus hijos en la privada.

            ¿Esperan la ayuda del Estado esos electores del RN que consideran que su situación social es frágil?

            Sí. En Francia tenemos una situación bastante distinta de la de Estados Unidos, donde la extrema derecha está impregnada de una cierta ideología libertaria. Los electores del RN creen en el Estado y sus misión de protección social, pero son muy críticos por cuanto se refiere a sus resultados y a sus principios de redistribución. Tratándose de redistribución, la decepción va acompañada de un sentimiento de injusticia, frecuentemente racializado: está muy extendida la creencia según la cual los poderes públicos privilegian a los “inmigrantes” y a los “extranjeros” cuando se trata de conceder ayudas sociales.

            ¿Diría usted que el apego de los electores del RN a un mundo estable, familiar y tranquilizador que dicen haber conocido antaño hace de ellos unos conservadores?

            En efecto. El voto RN es a la vez de protesta y conservador. Es un voto que se expresa desde la norma imperante: los electores del RN consideran que esa norma ha sido fragilizada y que hay que defenderla. “Esto no es normal”, es la expresión que he oído con más frecuencia. Los electores tienen la sensación de que “su” normalidad se tambalea poco a poco. El voto RN expresa el apego inquieto a un orden todavía existente, pero amenazado.

            Si el voto a favor del RN es masivo, se debe también al hecho de que, en los territorios que usted a estudiado, ese voto se ha “banalizado”, puede manifestarse y aparecer como legítimo. ¿Cómo funciona esa normalización progresiva del voto al RN?

            La normalización del RN pasa por su aceptación progresiva en el seno del campo político y del espacio mediático, pero también por las discusiones acerca de lo cotidiano y las interacciones ordinarias entre amigos, vecinos, colegas o familiares. Este voto se ve validado por la gente cercana, por las personas que cuentan o, simplemente, que socialmente se parecen. Esa normalización, sin embargo, dista mucho aún de estar acabada: para una parte todavía muy importante de la población, el voto al RN sigue siendo un voto ilegítimo, incluso repelente. No hay, pues, nada irreversible.

            Muchos ven en el éxito del RN un voto airado, de protesta, e incluso de escaso recorrido. Pero ese no es su análisis. ¿Por qué?

            Todo eso no es falso, por supuesto, pero semejante explicación me ha parecido siempre incompleta. Por un lado, la cólera que se expresa no es un sentimiento “ciego” que se distribuye al azar: prioritariamente, apunta a determinados grupos sociales. Pienso ante todo en las minorías étnico-raciales, los “asistidos” y ciertas fracciones de las élites culturales, mediáticas y políticas. Por otra parte, los electores no siempre tienen un comportamiento esporádico: la mayoría de las alcaldías conquistadas por el Frente Nacional en 2014 han sido revalidadas en las elecciones siguientes, frecuentemente desde la primera vuelta de los comicios y con resultados impresionantes. Quizás sea ésta una lección de cara a las próximas elecciones legislativas: cuando la extrema derecha se hace con el poder, acostumbra a mantenerse en él. Sus victorias le permiten solidificar sus apoyos electorales y golear cuando llegan las siguientes elecciones. Muchos ejemplos en el extranjero abundan en esta tesis.

            ¿Piensa que el RN puede alcanzar una mayoría relativa, o incluso absoluta, en las elecciones del 30 de junio y el 7 de julio?

            Para los investigadores en ciencia política, es muy importante saber reconocer su ignorancia, a falta de elementos suficientes. Hoy por hoy, no disponemos de suficientes indicios sobre cómo se estructurarán la opinión pública y la oferta política a nivel local para poder sacar conclusiones serias.

            Entrevista realizada por Anne Chemin

            Traducción: Lluís Rabell

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